Anhelo

Ángel de la simpleza.

Imagen:

Advertencias: Ninguna importante.

  Solía observarla en todo momento. Escondido en cualquier sitio desde donde ella no pudiera verlo, paseaba sus ojos por el delgado cuerpo cubierto por una fina gasa traslúcida hasta las alas que parecían hechas por el mismo material.

  Adoraba ver esa pequeña figura que tanto difería de todos los demás ángeles. Aquellos, cubiertos por telas de seda o raso, ornamentados en oro o plata y equipados con pesados armamentos hechos con los metales y minerales más ostentosos; todos ellos no podían equiparar la belleza de aquella criatura tan sencilla como una nube y ligera como el aire.

  Él no era muy diferente de los demás ángeles. Debía mantener una reputación, un status, por lo que sus ropas eran tan majestuosas como el oro de su armadura, y sus alas, desplegadas, brillaban con la misma intensidad que un diamante iluminado por las estrellas. Nunca estaría a la altura de ese simple ángel, porque no podía bajar a su nivel. Habría dado todo por hacerlo, pero traicionar a Dios era un tabú para él.

  —Miguel —llamó una voz a sus espaldas. El arcángel, sorprendido, volteó de inmediato, viendo a quien lo llamaba—. Gabriel me mandó buscarte, necesita que te reúnas con él.

  Echó una mirada por el rabillo del ojo a la pequeña que aún danzaba sobre las nubes, con la candidez de una niña y la belleza de una mujer perfectamente compenetradas en su ser, y comenzó a caminar delante de su hermano.

  Ella observó disimuladamente a los arcángeles mientras se alejaban, añorando a aquel de alas diamantinas aún sabiendo que jamás estaría a su altura, porque él era demasiado para un ángel tan simple.

~Fin~