martes, 30 de noviembre de 2010

Juventud

Juventud.
Imagen: 


          Juventud, divino tesoro,
         ¡ya te vas para no volver!
     Cuando quiero llorar, no lloro...
        y a veces lloro sin querer...

Advertencias: Ninguna importante.

  Susan, Mike —llamó la anciana recorriendo las habitaciones del segundo piso.


  Esos chiquillos habían desaparecido varios minutos atrás y, conociéndolos como los conocía, sabía que si no se escuchaban ruidos es porque alguna travesura estaban planeando.

  Al llegar casi al final del pasillo sintió un leve murmullo proveniente del altillo. Tiró de la cadena que servía para bajar la escalera, percibiendo el revuelo que se comenzó a gestar allí arriba, por lo que con aún más curiosidad quiso saber qué hacían esos niños.

  Asomó primero la cabeza, viéndolos a los dos sentados, uno junto al otro, delante de los trastos viejos cubiertos por sábanas que originalmente habían sido blancas pero ahora se veían grises a causa del polvo que llevaban acumulado. Ambos tenían sus caritas adornadas por aquellos semblantes de culpabilidad que siempre mostraban cuando hacían algo que sabían no tenían que hacer.

  —Susan —llamó de nuevo la mujer, alargando las letras del modo en que solía hacerlo cuando esperaba una explicación.

  A pesar del codazo que recibió por parte de su primo para que no abriera la boca, ella no fue capaz de evitar que las palabras escaparan de su boca, confesándolo todo. Resultaba tan fácil sonsacar información de aquella niña.

  —No hacíamos nada malo, abu, lo juro —comenzó, hablando tan rápido que las palabras tropezaban entre sí resultando dificultoso el entenderla—: Sólo veíamos unas fotos.

  —¿Fotos?

  Sabiendo que ya no tenía sentido seguir ocultándolo, Mike rebuscó detrás de sí, entre las sábanas, el libro que habían escondido minutos atrás. La abuela terminó de subir las escaleras y se sentó en el suelo, a su lado, tomando entre sus manos aquel objeto encuadernado en cuero negro y cuyas letras en dorado rezaba la palabra Memories.

  Sintiendo un temblor recorrer su espina dorsal la mujer abrió el álbum, encontrándose con las primeras fotos. Todas presentaban el mismo formato: cuadradas, de bordes redondeados y en color sepia, como lo eran casi todas las de la época. El silencio reinó por un instante mientras pasaba las páginas, captando el interés de los pequeños que miraban con gran curiosidad las imágenes. Se detuvo cuando llegó a una que mostraba a tres niños de rostros sonrientes.

  —Esa soy yo —comentó, señalando a una pequeña de carita redonda, cuya sonrisa no hacía sino inflar aún más sus mejillas.

  —¡No es cierto! Si es una niña —acotó Susan inflando los mofletes ante lo que su abuela pretendía hacerles creer. A sus tres años y medio aún no comprendía que los adultos alguna vez también habían sido niños.

  —¡No seas tonta, Su! Si la abue dice eso es porque así es —retrucó Mike quien, a pesar que tenía sus dudas, confiaba ciegamente en la palabra de la señora.

  Ésta no pudo sino sonreír como la nena de la foto. Sin duda alguna, esos chiquillos de ojos color cielo eran su razón de vivir. Hace muchos años había olvidado lo que era ser joven, pero cuando aparecieron ellos comenzó a recordar. Su vida se llenó de luz, inocencia, calidez, ternura, acompañadas también de los dolores de cabeza y preocupaciones que siempre representaban los niños pequeños.

  —Vayan a jugar afuera, que hace un día precioso y en unas horas oscurecerá.

  —¡El último es huevo podrido! —gritó Susan, y sin más se levantó casi de un salto para salir corriendo.

  —¿Ah, sí? Ya lo veremos.

  Vio a los dos bajar las escaleras a las corridas y se tomó unos minutos para observar un poco más la foto. Una lágrima escapó de su blanquecino ojo al recordar aquellos días que ya no volverían.

  —Es tan efímera la juventud —murmuró para sí, guardando el álbum en el cajón donde recordaba que estaba.

  Bajó las escaleras con la lentitud de a quien le pesan sus años, tomándose su tiempo a cada paso que daba. Extrañaba, además, la energía de cuando era joven; esa sensación de ser capaz de hacerlo todo sin siquiera agitarse. Sería tan lindo volver el tiempo atrás para hacer todas esas cosas que antes disfrutaba.

  Al llegar a la sala observó por la ventana. Los pequeños se revolcaban por el pasto sin pensar en ese vestidito blanco con detalles rosa ni en el jardinerito de jean celeste que terminarían con manchones verdes por todas partes.

  Y entonces fue que lo comprendió: no podía volver el tiempo atrás, porque aquello ya se había esfumado transformándose en hermosos recuerdos, pero podía disfrutar de su tiempo, acompañándolos para que ellos creen sus propios recuerdos.


~Fin~

1 comentario:

  1. Hi!
    Aiko reportándose.

    Uh, estos relatos así me dan penita ;-;. Pero son lindos, así que no puedo evitar leerlos... en fin.

    Me ha gustado. Tiene mucho... sentimiento, se percibe aquella nostalgia de la pobre anciana.

    Es una linda viñeta.

    Oh, en el antepenúltimo párrafo, te ha faltado una "n" xD. En la frase "Sería ta lindo volver el tiempo atrás" ^^.

    Y... bueno, eso.
    Ese es mi apote por hoy xD.
    Te cuidas y espeor estar leyéndonos pronto.

    Aiko fuera!!

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