viernes, 9 de abril de 2010

No puedo olvidarte



Emily Dickinson: "No es morir lo que duele más— Es vivir—lo que más nos duele."


Advertencias: Contenido homosexual, incesto (twincest), muerte de personaje.

  Estaba ya cansado de esa situación. Cansado de pasar de cama en cama, acostándose con toda chica linda que le dirigiera una mirada y una sonrisa, para dejar de pensar en el amor enfermo que sentía por su hermano. 

  Más de una vez pensó en decírselo, ¿pero cómo hacerlo? Pese a todo lo que se decía de él ya fuera por su forma de vestirse, su cabello o el maquillaje que se aplicaba, él bien sabía que Bill no era homosexual. Y luego de todo el tiempo que habían pasado juntos, de todos esos buenos momentos, más allá de las insignificantes peleas que tenían de vez en cuando pero que siempre se olvidaban al cabo de unos pocos días, ¿cómo podría revelar su secreto y conseguir que su hermano lo odiase por quererlo de ese modo?

  No podía hacerlo. Prefería morir antes que sentirse odiado por la única persona que significaba algo para él… Morir… ¿En realidad estaba dispuesto a quitarse la vida para ahogar todo ese dolor que le recorría el cuerpo cada vez que Bill lo abrazaba o besaba recordándole cuanto lo amaba, pero sabiendo que nunca iría más allá del amor fraternal? Si, era un maldito cobarde, un egoísta por no querer vivir para ver feliz a su gemelo. No podía hacerlo; no creía poder soportar por mucho tiempo más cada espina que se clavaba en su ser por aquel amor no correspondido. Solo quedaba una salida.

  Las personas pensaban que morir era doloroso, pero sólo aquel que se encontrase en su situación sería capaz de comprender que en realidad vivir es mucho peor. Realmente creía que en su situación morir sería mucho más agradable que seguir con vida, muriendo a cada minuto que pasaba. Y cuando a un Kaulitz se le ponía algo en la cabeza, era imposible hacerle cambiar de opinión, siempre seguía adelante, aunque significase no volver a ver nunca más a la persona más importante de su vida.

  Ese día se levantó de la cama sabiendo que sería el último, lo había decidido. Al ver por la ventana pudo notar como el cielo estaba cubierto de nubes grises, en cualquier momento podría largarse a llover. Era como si el cielo fuera consciente de lo que iba a suceder y hubiera entristecido junto con él. Por un instante dudó, mas solo fueron unos pocos segundos. 


  La decisión ya estaba tomada.

  Salió de su habitación vestido solo con el fino pantalón del pijama y entró al cuarto de su gemelo, asegurándose de no hacer ruido para despertarlo. Se acercó a la cama, agachándose junto a la cabecera, llevando su rostro hacia el del menor.

  —Nunca pude decirte cuanto te amo —susurró acariciando un mechón de cabellos. El moreno se removió ligeramente entre sueños mas no despertó—. Sé que está mal, por muchos motivos, pero no puedo sacarte de mi corazón tan fácilmente… Late por ti… Cuando intente borrarte, moriré.

  Una lágrima se escabullo de sus ojos, recorriendo su mejilla. Había olvidado ya la última vez que eso había sucedido, pero no le importaba. Solo una persona valía sus lágrimas: Bill Kaulitz. 

  Llevó sus labios hasta los de su hermano, besándolos suavemente, haciendo todo lo posible para disfrutar de ellos sin despertarlo. Su ser se llenó al sentir el contacto de esa piel, era la primera vez que la probaba de ese modo, y era consciente de que también sería la última. Fue en ese momento que deseó que las cosas no hubiesen sido como eran, que no fueran hermanos, que no fueran chicos ambos, que su amor no estuviera prohibido por tantos motivos. Hubiera deseado tener al menos una oportunidad de decirle lo que sentía.

  Se puso de pie, no sin antes ver su rostro por última vez. Se veía tan sereno, tan hermoso. Aún sin todo el maquillaje que solía llevar se veía perfecto. Podía entender por qué se había enamorado de él. Pero no era solo su físico, le encantaban las sonrisas que le regalaba, la forma en que lo miraba… Sentirse importante para él aunque solo fuese para consolarlo cuando estaba mal o abrazarlo cuando veían una película de terror. Tantas pequeñas cosas que con el tiempo habían hecho que su amor de hermanos se transformase en algo más que eso, provocando que la presencia del menor se volviera indispensable en su vida.

  —Hasta luego, mi amor —murmuró viéndolo por última vez antes de volver a su habitación.

  Mientras cruzaba el pasillo que separaba ambos cuartos se escuchó un pequeño golpe en el techo, seguido por otros cada vez más rápidos y fuertes. Volvió a ver por la ventana, había comenzado a llover de repente. Nuevamente un par de lágrimas se deslizaron por su rostro mientras buscaba unas tijeras y miraba las puntas. ¿Qué sería lo mejor? ¿Qué dolería menos? A decir verdad ya poco le importaba. Ningún dolor podría ser mayor como el que soportó hasta ese momento al saber su amor no correspondido. Solo esperaba que terminara rápido.

  —Quién lo diría, que Tom Kaulitz, el player, moriría por amor —exclamó con cierta ironía y pesar, mientras enterraba la punta de las tijeras en su muñeca y hacía un corte de unos siete u ocho centímetros hacia arriba.

  Repitió la acción en su otro brazo, rogando que todo pasara rápido. Quería sentirlo lo menos posible. Dejó caer las tijeras que apenas sonaron amortiguadas por sus pantalones.

  Sus ojos observaban aquellas heridas, como la sangre comenzaba a fluir deslizándose por sus brazos lentamente al principio, un poco más rápido luego. Nunca antes había mirado con tanto detalle el manar de la sangre, roja brillante, que ahora corría como un basto río escarlata por su cuerpo.


  Se sintió mareado en unos pocos minutos, lo que lo llevó a apoyar su cabeza en el vidrio de la ventana viendo como algunas personas corrían bajo la lluvia. Huyendo como él.

  La sangre ahora manaba a borbotones de aquellas heridas mientras progresivamente iba perdiendo las fuerzas. Comenzó a deslizarse hasta quedar de rodillas, sentado sobre sus propias piernas. Ya ni siquiera podía sostener su cuerpo, parecía pesar toneladas de un momento a otro.



  Bill se despertó de repente respirando agitado. Sentía un horrible nudo comprimiendo su estómago, una sensación extraña que ya algunas veces anteriores había sentido cuando Tom estaba mal. 

  Podía recordar la vez en que su padre había venido a buscar al mayor para pasar el día con él; unas pocas horas después había sentido ese mismo malestar y pasados unos minutos sonó el teléfono. Habían tenido un accidente en la carretera, ninguno de los dos estaba grave pero el de rastas se había hecho un feo corte en una pierna y se había asustado mucho.

  Sin pensarlo más se levantó y salió corriendo hacia la habitación del mayor. Al abrir la puerta tuvo que sostenerse del marco para no caer de la impresión. Su rostro al instante se inundó de lágrimas y se acercó al cuerpo que estaba tirado en el suelo, ya sin vida.

  —Tom, ¿en qué demonios pensabas? —preguntó con un hilo de voz, sin fuerzas para gritar, sosteniendo entre sus brazos el cadáver de su hermano.

  De repente la lluvia se hizo más constante, las gotas golpeaban con más fuerzas sobre el techo, acompañando al menor de los gemelos Kaulitz en su dolor. Sus lágrimas seguirían cayendo sobre el cada vez más frío pecho de su hermano mientras lo abrazaría con fuerza, sin importarle el mancharse con la sangre, pero nunca sabría por qué lo había hecho.

  Porque Tom Kaulitz se había llevado su secreto consigo.


~Continuará...~

1 comentario:

  1. Hermoso, triste, no lo sé...simplemente hermoso *_*

    Adoro a Emily y sus frases son geniales, espero poder ver esta tabla terminada :D

    besos (Mi futura hormiguita trabajadora).
    Saludos

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